Eligiendo centro educativo: carta en primera persona de una familia del CAT

El Trastorno del Espectro Autista, es un conocido desconocido en nuestros días. Aunque sepamos que existe nunca llegamos a saber cuál es la realidad de las familias que conviven en su día a día con esta afección neurológica dado que cada caso en sí mismo un mundo.

Cuando mi hijo fue diagnosticado con TEA tenía dos años, por aquel entonces las citas médicas se convirtieron en nuestro pasatiempo e ir de un especialista a otro con el fin de averiguar cuál era su caso concreto era nuestra misión secreta. Él y sus diferencias se convirtieron en el foco de nuestra vida y ésta dio un giro por completo.

Desde entonces, para nosotros como padres de un niño con autismo que actualmente tiene 5 años, su educación, habilidades sociales y motoras, competencias cognitivas y emocionales, entorno y tranquilidad es fundamental.

Por ello cuando tuvimos que elegir el centro donde pasaría buena parte de su desarrollo infantil y adolescente, nuestras prioridades eran claras: poder aunar dos ámbitos importantísimos como son dar respuesta a sus necesidades sociales (comunicación e interacción), conductuales y emocionales y que ello fuera a través de una metodología abierta, adaptada a él, flexible, comprensiva y divertida.

Todo con el fin de que sus frustraciones, que serán diferentes como lo es el trastorno porque como tal se manifiesta en una persona de manera distinta a otra, no afecten a su desarrollo y experiencias. Buscamos siempre un apoyo individualizado, concreto, específico, pero a la vez dinámico y positivo donde fuera él quien marcara los pasos.

Así fue como dimos con el Colegio Aucavi Sur situado en Getafe, un centro que integra a la perfección tanto profesionales especializados en educación especial como terapias, aprendizajes y actividades dedicadas tanto a su adaptación a su día a día como a la mejora de su participación, convivencia y desarrollo social.

A modo de ejemplo, nos comentaron que cuentan con terapia animal, algo que desde nuestro punto de vista es muy nutritivo para estos niños pues no sólo aprenden una nueva comunicación con un ser no verbal a través de un contacto más físico, sino que además aprenden a conocer el medio y la sensibilidad animal, además de serles un apoyo para liberar tensiones y esas frustraciones que comentaba anteriormente. Otra de las clases que tienen es de arte donde el niño puede encontrar un medio de comunicación que, aunque diferente a lo normativo establecido, sea un canal de expresión de sentimientos que canalice sus emociones.

Y no sólo debemos centrarnos en la etapa infantil, no olvidemos que estos niños crecen y se convertirán en los futuros adultos que se integrarán a una sociedad a veces no adaptada a ellos pero que gracias a fundaciones o colegios como este lograrán un alto nivel de conexión con el medio pues les ofrecen la posibilidad de realizar tareas tan cotidianamente mundanas para neurotípicos y que pueden ser tan comprometidas para ellos como la compra, desplazarse en autobús, preparar la comida o sacar dinero de parte de su salario del banco.

Como madre de un niño TEA, para mí los conocimientos tales como lengua, matemáticas, geografía o historia hace mucho tiempo que pasaron a otro nivel porque son las cosas básicas las que cobran mayor importancia. Cosas como ver cómo es capaz de recordar los pasos de una canción que ha escuchado varias veces en el cole, que ha hecho un dibujito, que sonríe cuando ve a sus profes, que ha probado chocolate cuando aún come purés incluso cogiendo con su propia cuchara, que acaricia a un perro de terapia o que simplemente balbucea y celebra como quien ha conquistado el Tour de Francia en la última etapa el haber ordenado todas las piezas de puzle que tenían para él.

Esas son el tipo de habilidades que pretendes que consiga que sea lo más independiente que pueda y que alcance sus mayores metas y considero que un centro como éste le brinda todas las herramientas para hacer de un sueño una realidad.

                                                                               Elena, madre de Hugo (5 años)